Cuando dejamos de ser quienes somos para no decepcionar a los demás

Valorarte consiste en dar valor a lo que ves de ti mismo/a y a lo que sientes, sin esperar ver o sentir algo distinto. Es aceptar lo que ahora es tu verdad y darle espacio para que exista sin exigencias externas.

Si quieres ser como otras personas, es porque aún no aprecias lo que aportas o no lo valoras con la misma medida. Valorarte tal como eres es también una forma de amarte. No te censures: no importa si antes pensabas que A era lo bueno y después piensas que lo es B. Esa es tu verdad ahora. Si no la impones a los demás y a ti te sienta bien, ¿por qué no usarla?

Tu imagen

Quizá esta parte de ti está escondida y te cuesta reconocerla en el momento. Frecuentemente viene de experiencias tempranas: intentamos complacer a nuestros padres, cumplir expectativas, y esos patrones se automatizan hasta convertirse en comportamientos que repetimos sin pensar.

Un paso grande es poder decir, con amor y claridad: «Lo siento, no soy la persona que esperabas», sin sentir culpa, perdonándote hasta entender que no hay nada que perdonar. Aceptar que no debes someterte a un modelo que no te representa es liberador.

Ejemplo: imagina que siempre fuiste el «hijo serio» o la “hija seria” en casa porque eso calmaba a tus padres. Ahora, cuando surge una oportunidad creativa, dudas en mostrarte diferente por miedo a decepcionar esa imagen. Ese miedo viene de la recompensa que ya recibías al mantener la etiqueta. Reconocerlo es el primer paso.

Cada vez que tengas algún conflicto personal con alguien, alguna situación en la que no estés a gusto, pregúntate si estás tratando de ser… lo que sea, algo que no eres tú:

Práctica útil — Auto-observación guiada (10–15 minutos):

  1. Elige un conflicto reciente o una situación en la que te hayas sentido incómoda.
  2. Pregúntate y anota: ¿He actuado así por alguna de estas razones?
    • Porque no respondo como lo haría si no tuviera nada que perder.
    • Para cumplir las expectativas de alguien.
    • Para acercarme a la persona que “me gustaría ser”.
    • Para no hacer daño.
    • Para comportarme como creo que debo.
    • Para justificar mi comportamiento ante alguien.
    • Para no perder afecto o estima.
  3. Junto a cada motivo escribe un ejemplo real y cómo te sentiste.

Esta práctica te ayuda a notar patrones sin juzgarte.

En definitiva, ser lo que otros (o tú mismo/a) esperas y no lo que eres o sientes en realidad.

Párate, mira, acepta lo que ves y afronta el miedo a decirle a la otra persona quién eres y lo que sientes, sin juicio, sólo aceptando la Verdad y aceptando que puede que esa verdad no cumpla con sus expectativas, pero con la alegría de, por fin, hacerte caso a ti y amarte como eres.

Puede que, al principio, traiga tristeza y decepción, pero al final lo que se consigue es la Paz. Si nos pasamos al victimismo y al «no hago nada bien», generamos una forma de autocastigo por esas mismas expectativas, es decir, el mismo desequilibrio en el sentido opuesto.

Elige una situación actual en la que sientas alguna tensión o inquietud. ¿Estás actuando de una manera determinada por no defraudar a alguien o por mantener una imagen de ti que es la que te gustaría que los demás vieran?

Es interesante que te hagas estas preguntas y observar, tranquilamente, si en alguna ocasión te ocurre esto, que tratas de ser como a los demás les gustaría que fueras o como el modelo que tú mismo/a has creado de ti en tu mente.

Listones

Una forma sutil de “no defraudar” es mantener una imagen que otros ya tienen de ti: la persona competente, la amiga siempre atenta, la hija perfecta. Mantener ese listón evita cambios en la percepción ajena, y muchas veces preferimos conservarlo porque trae recompensas —afecto, reconocimiento, seguridad— que compensan la falta de autoestima propia.

Preguntas para explorar:

  • ¿Quiénes te valoran por esa imagen que mantienes?
  • ¿Qué beneficios obtienes al sostenerla?
  • ¿Qué perderías si la imagen cambia?

Ejemplo: Marta (ejemplo ficticio) siempre fue la compañera de trabajo que “lo arregla todo”. Cuando quiso pedir un permiso para dedicarse a un proyecto personal, le costó porque temía que cambiara la percepción de su profesionalidad. Mantener la imagen le había dado respeto; cambiarla le daba miedo perder oportunidades.

El miedo a perder las recompensas que trae una buena estima de los demás que, en realidad, sólo está compensando la falta de la autoestima propia.

¿Con quién tienes miedo de que cambie la imagen que tiene de ti? ¿Qué consecuencias crees que podría tener que la cambiaran?

Práctica útil — Mapa de consecuencias (20–30 minutos):

Dibuja dos columnas: en una, escribe “Si mantengo la imagen”; en la otra, “Si muestro quién soy ahora”. Bajo cada columna apunta consecuencias a corto y medio plazo (emocionales, prácticas, relacionales). Al final, compara qué pesa más: la seguridad de mantener el listón o la verdad de mostrarte tal cual.

Perder la oportunidad (el famoso FOMO)

A veces nos mostramos de una forma que no somos, modificamos nuestro comportamiento o tomamos decisiones precipitadas para no perder una oportunidad: un trabajo, una relación, un proyecto. El problema es que fingir puede generar más conflictos a largo plazo: promesas incumplidas, desgaste emocional, resentimiento.

Realmente, no sabemos, a priori, qué camino es mejor para nosotros, si conseguir esa oportunidad o no hacerlo.

Cambiar nuestro comportamiento y mostrar algo que no somos o que no podremos cumplir por no perder una oportunidad, a la larga, genera más conflictos.

Avanzar, resolver, tomar decisiones… si se relacionan con los demás y ellos no quieren aceptar las propuestas que les ofrecemos, dejar a un lado el miedo a no conseguir lo esperado y hacer lo que consideremos más equilibrado para la situación global y dejemos que siga su curso. La Verdad siempre es la mejor opción, y puede que al principio no veamos dónde nos lleva el camino, pero siempre será el mejor si no lo enredamos.

¿Has modificado alguna vez tu comportamiento o te has mostrado como alguien que no eres realmente por no perder una oportunidad, del tipo que fuese? ¿Qué suponía para ti esa oportunidad?

Ejemplo: Ana acepta un rol en el que debe liderar sin delegar porque cree que así avanzará en su carrera. A la larga, esa postura le produce agotamiento y tensiones con el equipo. Si hubiera expresado honestamente sus límites y sus capacidades, quizá habría encontrado una alternativa más equilibrada.

Cómo decidir en el momento:

  1. Haz una pausa de respiración (3 respiraciones profundas).
  2. Pregúntate: ¿Qué parte de lo que voy a mostrar es una verdad y cuál es una actuación?
  3. Evalúa consecuencias reales: ¿es posible negociar condiciones que respeten quién eres?
  4. Si decides mostrarte tal cual, marca pequeños límites para comprobar la reacción del otro sin exponerte a un riesgo alto.

Ejercicio práctico — El test de la verdad (10–15 minutos):

  • Escribe la oportunidad en la parte superior de una hoja.
  • Bajo la columna A: “Actuar como” — describe cómo te mostrarías para no perderla.
  • Bajo la columna B: “Ser” — describe cómo te mostrarías siendo honesta.
  • Para cada punto evalúa: riesgos, beneficios, impacto en tu bienestar.
  • Decide una acción concreta (por ejemplo: «Pedir un período de prueba», «Compartir un límite», «Proponer una tarea acorde a mis habilidades»).

Ponte de tu parte

Todas las situaciones que hemos visto comparten una consecuencia: mostramos menos quienes somos por miedo a las reacciones de los demás. Al final, estamos más “de parte” de los otros que de la nuestra. Ponemos sus criterios por encima de los nuestros y perdemos libertad.

Objetivamente no hay comportamientos mejores o peores; cada persona hace lo que puede con las herramientas que tiene. La mejora de la autoestima busca que aprendas a valorar lo que aportas, sin condicionar ese valor a la aprobación externa.

Prácticas concretas para comenzar a ponerte de tu parte:

  1. Lista de aportes diaria (5 minutos): Cada noche anota tres cosas que hayas aportado ese día, por pequeñas que sean. Pueden ser: paciencia, una idea, un gesto, disciplina. Esto recalibra la medida en que te valoras desde hechos concretos.
  2. Límites prácticos (ejercicio de 7 días): Elige un contexto donde suelas ceder (trabajo, familia, amistades). Decide un límite simple (duración de llamadas, horas de trabajo adicional, disponibilidad). Comunícalo de forma clara y amable: «A partir de hoy no contesto mensajes de trabajo después de las 20:00». Observa la reacción y regresa a evaluar.
  3. Pequeños experimentos de verdad: Empieza con situaciones de bajo riesgo. Por ejemplo, en una conversación cotidiana, comparte una preferencia auténtica en lugar de lo que crees que “deberías” decir. Anota la respuesta externa y cómo te sentiste.
  4. Respiración y anclaje antes de decir la verdad: Antes de una conversación difícil, respira 4-4-4 (inhala 4, mantén 4, exhala 4). Repite una frase anclaje: «Mi verdad no hace daño; mi verdad me alinea». Esto reduce la respuesta automática del miedo.

Frases ejemplo para conversar desde la honestidad (puedes adaptarlas a tu tono):

  • «Quiero decirte algo desde la sinceridad: últimamente no me siento cómoda con…»
  • «Lo siento, no soy la persona que esperabas; esto es lo que soy ahora y me gustaría que lo supieras».
  • «Me gustaría intentar hacerlo de otra manera, y me gustaría contarte por qué».
  • «Valoro nuestra relación; por eso quiero ser honesta sobre lo que necesito».

Preguntas para trabajar (para usar en sesión o diario)

  • ¿Con qué situación actual sientes tensión por no mostrarte como eres? Describe detalles.
  • ¿Estás actuando por miedo a defraudar o por mantener una imagen?
  • ¿Qué perderías realmente si cambiaran la imagen que tienen de ti?
  • ¿Qué oportunidades podrían abrirse si fueras auténtica?
  • ¿Cuál sería el primer paso pequeño y seguro que puedes dar esta semana?

Algunos ejemplos concretos y cómo abordarlos

  • Situación laboral: Si te piden cubrir tareas que no corresponden a tu puesto porque “siempre lo haces”, di: «Puedo ayudar en esto una vez, pero necesito que se redistribuya si se convierte en habitual». Ofrece alternativa concreta: «Puedo enseñar a X a hacerlo».
  • Situación familiar: Si esperas que te pidan permiso para cambiar algo y no lo hacen, expresa: «Me gustaría que contéis conmigo antes de decidir sobre X; necesito que me informéis para poder participar».
  • Situación de amistad/pareja: Si te sientes en deuda por complacer, prueba: «Me encanta estar contigo, pero hay veces que necesito espacio para recargarme».

La consecuencia de hacerlo: tu liberación

Dejar de sostener una imagen y empezar a estar de tu parte no siempre es cómodo; puede traer tristeza o decepción al principio. Sin embargo, con el tiempo confiere paz y coherencia. Si caes en el victimismo («no hago nada bien») corres el riesgo de invertir la balanza hacia un auto-castigo que reproduce el mismo desequilibrio.

Empieza con un paso pequeño y concreto: elige una situación en la que notes tensión esta semana y haz el ejercicio de auto-observación y el test de la verdad. No necesitas cambiarlo todo de golpe; trata este proceso como una serie de experimentos conscientes que te enseñan sobre tus límites, tus aportes y tu libertad. Si tú no te valoras, ¿quién lo hará?